Cuando el contenido mainstream gana terreno y los grandes sellos musicales saturan el mercado musical, se llega a normalizar que los artistas hagan puro contenido con fines comerciales y festejen los números exorbitantes de sus canciones, manteniéndose en esa línea neutral, con letras vacías y videos materialistas.
Quizás, lo más jugado que pueden hacer es bardearse a través de las redes sociales con otro artista o algún productor que los estafó, pero siempre con el fin de atraer más visualizaciones hacia ellos, presentándose como un mero producto para consumo del público, un envase para la exhibición.
Es más fácil y cómodo quedarse en el molde, no mancharse las zapatillas con barro y no poner la cara por las cosas que molestan, quedarse callado ante las situaciones injustas y conservar los seguidores en Instagram, mantener los comentarios amigables acerca de lo copada que está esa nueva colaboración que lanzaste o conseguir la nota sobre lo rápido que se agotaron las entradas para tu próximo show.
A 40 años del lanzamiento de Clics Modernos, uno de los cds más políticos e increíbles de la historia argentina, resulta irónico, penoso y vergonzoso que en el mismo suelo que nació Charly García, donde existieron Los Redondos, donde La Renga sigue llenando estadios y hubo tantos otros artistas comprometidos con las causas sociales, haya un contraste tan alevoso con la neutralidad de los artistas contemporáneos.
Sin embargo, tenemos la suerte de que aunque la mayoría se enceguece por los billetes y los canjes con grandes marcas, mostrando que son los favoritos de Dios porque el mundo les ofrece todo en bandeja de plata, todavía queda un puñado de artistas de pura cepa, que comprenden la esencia del arte mismo, la protesta existente en las raíces.
Artistas hasta la médula, que transpiran compromiso social y aprovechan el altísimo nivel de exposición y llegada a su público para hablar de las cuestiones que nos competen a todos, sin importarles que les bajen los seguidores o alguien los “cancele” por ser demasiado políticos, sobre todo, aquellos que tienen un público joven, acusándolos de querer convencer a sus seguidores de cierta postura, como si los jóvenes no fueran capaces de pensar por sí mismos.
Artistas, que antes de ser alguien famoso, son personas. Señalan las represiones policiales, el avance de la droga en los barrios marginados, la importancia de no bajar los brazos en la lucha contra la violencia de género y no se olvidan de dónde salieron. No se regodean en la falsa meritocracia de que llegaron a donde están hoy puramente por su esfuerzo personal, sino que reconocen haber tenido la suerte de nacer en un entorno privilegiado y entienden que las oportunidades no son las mismas para todos.
Puede que el avance del contenido comercial nos quiera embardunar los oídos con puro materialismo vacío, pero mientras existan artistas que no les tiemble el pulso al momento de poner la cara por los ideales que defienden, el arte va a seguir resistiendo.
Todo arte es político, y el que no lo entienda o se enoje porque un artista se pronuncia a favor o en contra de sus principios, está condenado a pelear con el viento.
Por Juliana Avila