Con una sólida carrera de más de 30 años dedicados al teatro, Rubén Clavenzani, se erige como un referente indiscutible en la escena artística local. Su multifacética trayectoria abarca roles tan variados como profesor, director de teatro, actor, escritor y gestor cultural; actividades que le han permitido extender su influencia por diversos ámbitos.
Como ex Secretario de Cultura, Clavenzani ha tenido un papel significativo en la formulación de políticas culturales que han impactado en el desarrollo de las artes en nuestra provincia. Además, su destacado desempeño como director del Museo Provincial de Historia Martiniano Leguizamón, representa un testimonio de su dedicación a preservar y difundir el legado histórico de nuestra región.
Sin embargo, uno de los hitos más destacables de su carrera es y ha sido siempre su compromiso activo en la reapertura de teatros, un capítulo clave en la reactivación y revitalización del panorama teatral nacional.
Sus logros literarios también merecen una mención especial, ya que con la publicación de su libro de cuentos «Meneo el 10 y otros cuentos», ha revelado también su destreza como escritor. Y ha iluminado, igualmente, cientos de escenarios como director de la obra teatral «Aquel Tiempo de Hoy», desplegando su genialidad creativa, cautivando al público con sus producciones.
Por todo esto, en el marco del Día del Profesor, desde Difundo elegimos entrevistarlo. Ahondamos en su apasionante carrera, su devoción por el teatro, y los proyectos más recientes de alguien que se expresa, sin tapujos, como un profundo amante de las artes escénicas y la docencia.
—En una entrevista con el periódico Mediterraneo de 2003 usted dijo, “Todo maestro es un actor” ¿A qué se refería con esta analogía? Sé que pasaron varios años de eso, pero me parece que ilustra muy bien el tema que nos convoca hoy ¿De qué manera cree usted que se emparentan el teatro y la docencia?
Mirá, hoy se cumplen 20 años de eso. Hoy existe la inteligencia artificial, que por supuesto nos sorprende.Imaginate que le digo a una pantalla: «Quiero una figura de Van Gogh con tu imagen y la mía, y que tengamos la misma edad», y la crea. Entonces pienso, ¿para qué estudiar? Esa es la pregunta, pero ¿qué sucede? La inteligencia artificial, implica muchas cosas. Si me sometes a un programa de inteligencia artificial, arroja un resultado. Soy un ciudadano común, sin ser ninguna figura destacada. Puede indicar que soy Doctor en Educación, y quizás así sea, pero no obtuve un doctorado en Educación. Sin embargo, queda ahí porque trabaja por aproximación. Los datos que posees son reinterpretados o inventados. Es crucial tener precaución con esto, como suele ocurrir con Wikipedia. Es decir, las cosas no ocurrieron exactamente de esa manera. No es más que agilizar el acceso a un diccionario de 12 tomos para buscar una palabra, por supuesto. La diferencia radica en esa aproximación que existe en lo artificial donde no todo es exacto.
Y cuando hablo de actuación, me refiero al uso completo del cuerpo, aprovechando todo su potencial, desde lo kinésico, es decir, desde la gestualidad del cuero cabelludo hasta la planta de los pies. Todo comunica, ¿no es así? En la enseñanza, se pone en juego el cuerpo también. Por supuesto, la pandemia nos instruyó en cómo transferir conocimientos, cómo comunicarnos a través de una pantalla a miles de kilómetros, etcétera, pero los seres humanos tenemos una historia de proximidad. Vos y yo estamos acá juntos. Perfecto, vos estás ahí, yo aquí, porque alguien nos abrazó, nos besó, nos amamantó y nos sostuvo. Rompimos barreras. Hubo un momento en que se rompió una barrera, se cortó un cordón. Eso no se puede superar hoy en día. Sí, existen bebés probeta y muchas otras cosas, pero el 99.99% de los seres humanos necesitamos y provenimos de esa crianza.
Hay seres vivos que se crían solos, que rompen un huevo y están listos. Pero el ser humano necesita ese abrazo, esa mirada, ese contacto de manera intensa. No podemos autoabastecernos, al menos no hasta una etapa avanzada de la infancia. Claro, hay casos excepcionales. Podemos hablar de la Difunta Correa, desde una perspectiva religiosa o mística, y también de lo que realmente ocurrió con niños de cuatro años que sobrevivieron a un bombardeo durante tres días y encontraron agua. Son situaciones excepcionales.
Por lo tanto, en la enseñanza, esa presencialidad es imprescindible. Hasta el día de hoy, no creo que pueda ser reemplazada. Se puede reemplazar en períodos, en determinadas situaciones de vida como la que pasamos. A menos que seas un virtuoso, como por ejemplo Jorge Luis Borges ¿Cuántos días asistió a la escuela? Borges, en general, asistió solo unos pocos días,pero Borges tenía a su abuela, a su padre que era traductor y profesor.
El ser humano necesita ese contacto, y por supuesto, en la actualidad externaliza muchas cosas, pero en la enseñanza, aún es fundamental. Cuando menciono enseñanza, me refiero a la educación formal, donde compartimos con un grupo de personas, con compañeros y compañeras, con quienes compartiste tu vida y un sinfín de situaciones, porque uno de los grandes objetivos de la escuela formal es la convivencia ¿Cómo aprendo a convivir con quienes me rodean? La tolerancia, el esfuerzo por encontrar empatía, la convivencia esencialmente. Cuando de repente en un trabajo debes compartir espacio. Esto es proxemia, la relación entre las personas.
Por lo tanto, poner en práctica implica actuar. Saber que hay un receptor y que hay una asimilación en ese proceso de enseñanza-aprendizaje, similar a lo que ocurre en un escenario. Si estás actuando y la audiencia está distraída, lo percibís.
El público infantil siempre reacciona. Cuando trabajo con actores y actrices que desean vivir de su profesión, les digo: «Pasen por el teatro para niños y niñas, ahí se darán cuenta del público espontáneo». El público adulto ya está acostumbrado a la ficción y puede decir: «¡Estuviste grandioso!», aunque sea mentira, o puede que no. Quiero decir, durante el momento de compartir, si algo no funciona, si hay ruidos, sonidos, miradas perdidas, o si hay teléfonos encendidos en un aula, algo se quiebra y hay que revisar la práctica.
—Justamente usted hablaba hace un ratito de la pandemia y hoy, mientras estaba actualizando el medio, apareció una noticia donde figuraba esto de que en India al parecer apareció un virus mortal, entonces muchos de los comentarios eran ¡ay no! ¡Se viene de nuevo la pandemia! Y todo este miedo que trae aparejado eso¿no? Yo pensaba recién cuando usted hablaba esto de la proxemia y la distancia que se genera cuando cuando el docente tiene que dar clases a través de la pantalla. Incluso muchos profesores con los que he hablado en su momento en la facultad me han dicho que no es lo más recomendable, ¿qué piensa usted de eso?
No, no, como complemento, está bien. Siempre decimos que hoy en día, un 80% de la educación es pública y existe educación privada de gestión pública¿Qué queremos decir con esto? Que al finalizar el proceso, generalmente, de la educación formal, abarcando desde la inicial, pasando por la primaria, secundaria, terciaria, hasta la universitaria, si uno desea capacitarse, generalmente tiene que costearlo.
Por ejemplo, si deseo instruirme en tecnología, ya que de lo contrario quedaré completamente rezagado y necesitaré acceso. Aunque hay espacios gratuitos, a veces los plazos no juegan a tu favor y terminas diciendo: ‘Bueno, pagaré a una persona o a un equipo de personas para recibir formación.
—Sí, o estás trabajando y decís prefiero hacerlo online.
Totalmente. Entonces esa es una virtud, una ventaja gigante y eso nos salvó en la pandemia. Quizás nos olvidamos mucho. Ahora lo que está pasando en la India. Bueno, ya vuelve el tema, pero nos olvidamos de lo que vivimos, ¿no?
Todas estas cosas, estos virus, se disparan, salen, en fin, por eso hay que actualizarse, aggiornarse. Imaginate la velocidad, hoy un chico de 15 años al lado de su hermano de diez ya está lento en operar en una pc o en bajar una aplicación, etc, etc.
—Yo le consulto más que nada por esto que usted me decía con respecto a la cercanía. Por ahí con la pantalla de por medio se dificulta un poco esta proxemia que hoy tenemos, por ejemplo, nosotros hablando.
Sí, claro, se dificulta, la docencia te marca, imaginate los recuerdos. Ahora, ¿para qué sirve? Uno dice que hoy en día las cosas han cambiado, pero ¿recordás a los primeros maestros y maestras, desde los pies a la cabeza? Los gestos, la forma en que se sentaban, cómo se vestían, etcétera, hasta la mímesis intervenía por la imitación natural, aparecían histriónicos que revelaban espacios de determinado profesor o profesora.
Pero quiero decirte que, independientemente de la tendencia actual, especialmente en tu franja etaria, es decir, entre los 18 y los 40 años, a vivir de manera independiente y a compartir menos espacios, se puede observar en nuestra clase, en nuestra generación. Recuerdo que solía estudiar en una pensión con baño compartido entre 40 personas. Hoy en día, resulta inimaginable. No hay estudiantes que acepten eso fácilmente. Claro, hay excepciones, pero no solo por una cuestión práctica.
Fíjate que existe una fuerte tendencia a vivir en solitario. Incluso las relaciones de pareja no suelen ser duraderas. Eso es otro tema que no es apropiado abordar en este momento. Sin embargo, quiero decirte que estas relaciones ya no suelen ser tan eternas, ¿verdad? No digo que esté bien o mal, simplemente constato que hay razones.
—¿Cómo es enseñar a adolescentes? Particularmente con el tema del teatro, ¿cuál cree usted que es el mayor aporte de esta asignatura en la formación de los jóvenes?
El teatro es un arte transversal en el que intervienen todas las disciplinas artísticas, como las matemáticas, la física, la literatura, la gramática y la biología, por mencionar algunas. Y podríamos seguir enumerando más. Por eso, he tenido la oportunidad de trabajar con maestros y maestras que como Roberto Vega, por ejemplo, que han vinculado el teatro con la educación. Elegí convertirme en docente de teatro porque me pareció una elección apasionada, aparte de siempre haber disfrutado de la actuación, la escritura de ensayos y todo lo relacionado con este arte.
Hoy en día, es un desafío significativo. Personalmente, te puedo decir que trabajo en un museo, donde atiendo a grupos de adolescentes y los guío a través de las visitas a las dieciséis salas del museo. Estas visitas culminan en la sala de música. Vos me dirás, “¿La sala de música?¿Por qué?” Pues, porque ahí se encuentran instrumentos emblemáticos como la primera arpa de la orquesta sinfónica, el acordeón del gran maestro, el primer fagot, y muchos más. Pero lo que realmente importa es el vínculo con lo invisible ¿A qué me refiero con lo invisible? Me refiero a todas las cosas que antes eran invisibles y hoy se hacen visibles, no necesariamente desde atrocidades, sino desde un enfoque tangible relacionado con la física y la química, como el campo electromagnético. Los grupos de adolescentes concluyen sus visitas en la música porque es una síntesis, es una de las artes fundamentales.
Los griegos sostenían que la música era el pilar de la educación. Su invisibilidad se relaciona con el campo electromagnético. Si bien podemos ver protones y neutrones, fue Tesla quien descubrió que se podía transportar algo a través de lo invisible. ¿Y qué es ese algo? Lo que luego Guillermo Marconi, por ejemplo, tomó como inspiración para desarrollar la transmisión de palabras sin cables, el dijo “senza fili metallici” sin hilos metálicos algunos, fue un invento asombroso. Desde entonces, hasta la aparición de aplicaciones como WhatsApp, han pasado aproximadamente 100 años.
En palabras de Antoine de Saint-Exupéry: ‘Lo esencial es invisible a los ojos’. Esta idea perdura, ya que el arte siempre se adelanta a la ciencia. Si estudiamos a cualquier artista, como por ejemplo Leonardo da Vinci, encontramos ejemplos claros. Seguro habrán criticado a Leonardo da Vinci en su época por sus extraños experimentos con alambres y otras rarezas. Le habrán dicho que era una pérdida de tiempo mientras otros trabajaban en la construcción de edificios.
Sin embargo, sentó las bases de la aeronáutica y realizó muchas otras contribuciones experimentales, llevándonos al mundo de la ciencia a través del lenguaje artístico.
—¿Y eso le llama la atención a los adolescentes?
Sí, después vinieron todas las demás cosas, ¿verdad? Ahora, la ruptura de la ortodoxia. En cierta medida, hay que poner el cuerpo. Ya uno no se puede quedar sentado y decir ‘a ver, señorita, quédese quieta’, o ‘a ver, retírese’. Eso no funciona. Lo único que logra es excluir. La inclusión implica hoy un trabajo enorme, requiere vocación y pasión. No hay cosa más hermosa que terminar una clase sudando.
La adolescencia como tal, siempre tiene un proceso de transición, un vacío, una carencia. Entonces, está bien. Por un lado, cuando el adolescente no tiene un lugar donde acudir, va a su casa y no encuentra a un padre, madre, abuela, tío, alguien que lo cuide, es complejo, es complejo. No digo que antes no sucediera, porque antes había presencia, pero tal vez no había calidez. No, en general, estoy ahí para ver, quiero decir, necesitamos.
Y te das cuenta inmediatamente cuando el adolescente está ausente, cuando no tiene presencia de afecto, de caricias, de amor, de algo que podría parecer cursi, pero sin amor no se puede vivir, sin pasión no se puede vivir. Por eso, cuando ves a dos adolescentes en un freestyle y te crean una rima maravillosa, y durante ese freestyle no consumen otra cosa que esta avidez por enlazar las rimas y demás, es maravilloso.
Entonces, eso ha evolucionado. No por eso van a dejar de valorar a Chopin o a Piazzolla, pero buscar puntos comunes para que se produzca ese intercambio de saberes es fundamental. Creo en la docencia como un intercambio de saberes.
—Y por último, quería preguntarle ¿qué consejo le daría a alguien que quiere incursionar en la docencia en general y en el teatro en particular?
Bueno, hay un vínculo fuerte, como te mencioné, entre la docencia y el teatro, porque no se puede reemplazar al actor o actriz, de la misma manera que no se puede reemplazar al docente dentro del esquema de lo que hoy constituye el 80% de la educación formal. Es cierto, no puedo simplemente convocar a 30 alumnos o alumnas y presionar un botón para que aparezca una pantalla, cómo sería el intercambio?
Hasta ahora, ha sido muy complicado. Entonces, en primer lugar, esta vocación a veces surge y a veces no. Estamos hablando de lo invisible, no de cuestiones esotéricas, ya que nosotros somos pura energía, somos masa y movimiento. Bueno, esta energía está relacionada con la pasión y la necesidad, y el placer que se siente al transferir conocimiento.
Cuando experimentás esto al enseñar, como por ejemplo, cuando enseñas a hacer fuego en un asado o a preparar un mate, cosas cotidianas, o incluso cuando compartís notas de música y ritmos, como los nuevos estilos musicales y danzas que los jóvenes disfrutan. Esta ligereza, inmediatez y rapidez en su cultura es fascinante. Yo disfruto intercambiando y siento un gran placer al transferir ese conocimiento. Ahí es donde se encuentra la vocación docente, pero como en todas las profesiones y actividades, requiere formación continua.
Cuando alguien dice algo como ‘Estos jóvenes me tienen harto’, esa es una señal de alerta. Ahí es cuando debes retirarte. Yo he tenido maestros de 80 años y más, y hace 20 años tenían 80 años, y eran mucho más activos y enérgicos que los de hoy. Tenían la necesidad de seguir trabajando y eso era fascinante. Tal vez no con la misma velocidad, pero sí con vitalidad y energía, lo que rejuvenece y revitaliza el proceso.
No podemos confundirnos y actuar como si fuéramos parte de la generación más joven, eso sería ridículo. Podemos compartir y conversar con ellos, pero no podemos pretender ser iguales. Lo interesante radica en ese intercambio que ocurre en ciertos espacios. Entonces, uno puede preguntarse cuánto puede aprender de un adolescente. Sin embargo, los adolescentes también tienen sus desafíos y carencias.
Es posible que estuvieran buscando un tipo de apoyo o un espacio de entrega que no encontraron en otro lugar, y es en esos vacíos, como el agua o el aire que se cuela, donde se encuentra la presencia del docente. Por eso, hasta ahora, considero que la docencia es insustituible. Además, la docencia se lleva a cabo no solo en las aulas, sino también con tus propios hijos e hijas.
La presencialidad es importante, independientemente de la situación que enfrentes, ya sea con tu pareja, un desacuerdo o incluso una separación. Pero tus hijos e hijas siempre están presentes. Sería triste pensar en las generaciones futuras si tenés cinco hijos y no sabés dónde están ni cuántos años tienen, ya sean 15 o 18 años. Eso es trágico. También está relacionado con la formación.
No debemos tener prejuicios al hablar de ello y debemos preguntarnos qué vacío experimenta una persona cuando carece del afecto fundamental que debe recibir de una madre, un padre o de quien la críe, ya sea una madre biológica o cualquier otra persona que esté presente en ese momento y tenga más experiencia. Porque esta necesidad es completamente humana y esencial para el crecimiento y desarrollo.
Ph de la nota: Tomás Meynier