Reseña de "Argentina, 1985" por Lautaro Zuázaga: Una historia que resiste el paso del tiempo
La película dirigida por Santiago Mitre y protagonizada por Ricardo Darín y Peter Lanzani está liderando la taquilla nacional. En esta oportunidad, Lautaro Zuázaga, Técnico en Comunicación Social, nos brinda su análisis y opinión acerca del filme.
Es algo difícil (y más en estos tiempos de constante bombardeo de contenido audiovisual), que podamos asegurar que una película o serie actual sea recordada por las próximas generaciones. Alrededor de los años, hay historias que han perdurado por su bien hacer, por el saber contar de manera innovadora y distintiva una historia, o por revolucionar de alguna manera las artes técnicas. Y también están las que son potenciadas por estrenarse en el espacio-tiempo perfecto para el contenido que narran.
En ‘Argentina, 1985’, creo que, indefectiblemente del tiempo, el impacto estaba asegurado. El suceso del Juicio a las Juntas Militares, y en general todo lo relacionado al último Golpe de Estado de 1976 es algo que siempre tendrá relevancia para nuestro país, y que es moneda corriente en el cine nacional desde hace años. Pero es innegable que este contexto, en el que hemos visto reivindicación desde sectores de la política a discursos que remiten a épocas a las que se había consensuado no volver; es que, está película, con grandes valores de producción y con intérpretes reconocidos que pueden interpelar a múltiples generaciones, parece llegar como un recordatorio de cuestiones que nunca se debieron olvidar, pero que hoy subrayarlas parece obligatorio y hasta casi urgente.
Y lo que potencia todo esto, es que, además del contexto político actual del que es inevitable hablar, ‘Argentina, 1985’ es una película de juicios prácticamente intachable. Un relato clásico que va de personas totalmente humanas, con dramas cercanos, teniendo que hacer una proeza extraordinaria porque nadie más puede hacerlo. Y también sale triunfante en equilibrar tanto la épica del juicio y la tragedia que lo rodea, con un sentido del humor muy bien logrado y que nunca queda desencajado o irrespetuoso, sino todo lo contrario.
Y ese balance, es el que hace que la película sea doblemente lograda y demuestra el poder del cine para potenciar todos los sentidos y canonizar incluso lo que creíamos asimilado. Porque el histórico alegato final de Strassera puede ser de sobra conocido, pero puesto en la boca de Ricardo Darín, hace que caiga en una voz que tiene millones de orejas que quizá antes no pudieron o no quisieron escuchar. Porque los testimonios de las víctimas en el juicio pueden ser fácilmente encontrados en varios documentales o registros, pero puestos en pantalla en una producción tan grande, su mensaje se amplifica para aquellos jóvenes que quizá no habían llegado a tomar conciencia de tal horror, o que han sido influenciados por nuevos (en realidad, viejisimos, pero ahora tapados con una campera de cuero o un intento de pelo punki berreta para buscar ser rebeldes o modernos) discursos de odio. Y también para recordarnos a los que ya lo escuchamos, el por qué decidimos decir “Nunca más”, y por qué lo vamos a seguir diciendo, hasta el final de nuestros días.
Redacción: Lautaro Zuázaga