Punto a favor
“Ahora comienza el duelo”, dice una madre. Micrófonos, luces, y cámaras rodean el ambiente. Llegar a todos lados, abrir sus corazones. No es un día más y, en los últimos años, no hay luz que la ilumine. Poner el cuerpo y la palabra. Seguir, avanzar.
La justicia acarició su necesidad, y quizás, también, la de un pueblo.
La verdad es tristísima, pero mentir es violento. No nos olvidemos del odio, no hagamos silencio.
Nadie puede salir siendo el mismo, ahora nos toca a nosotros. Ahora nos toca hablar, ahora nos toca frenar y no hacernos los distraídos.
Es, por eso pregunto.
Cuando era chico y recién estaba en mis primeras salidas, había una canción que sonaba durante la madrugada, que de alguna manera habilitaba la posibilidad de que los pibes inicien un pogo corte punk.
La cuestión era bien pesada, revolotear patadas, empujones y piñas al viento: “Piñas van, piñas vienen, los muchachos se entretienen”. Duraba un toque, pero la suma de voluntades era una cuestión alineada y vertical. Es decir, no necesariamente había que ser punk para adherirse. Si, evidentemente, varón. Pregunto: ¿Qué esperamos? Si no frenamos a tiempo, si no lo hablamos en casa, o incluso en los niveles iniciales del colegio. Si, por ejemplo, la ESI sigue siendo una cuota pendiente en algunos establecimientos. (Aquí adjunto un link, que aporta una reflexión en esta dirección).
Pensemos en la posibilidad de una sociedad que ofrece un marco de previsibilidad muy acotado para las generaciones venideras, una franja etaria que está en sus años de adolescencia, viendo políticos tirarse de ladrones, y corruptos en cada uno de sus encuentros. De sesiones en el congreso de la nación que representan escenas de una novela ridícula, donde un diputado hace gestos con los dedos, como si se tratara de una cancha, simulando “una cogida”. No sé, díganme ¿qué sería una cogida política?. El “son todos lo mismo” ha calado enormemente entre los jóvenes y la credibilidad es una suerte subjetiva que no contiene ningún valor institucional. Esa meritocracia que muchos discuten desde posiciones firmes, es muchas veces un elemento del cual prenderse para creer en algo, y en ese eslogan no hay más que Yo.
Lo que es urgente para la familia, es urgente para los gurises. Así lo marca la situación económica. Vivir su última etapa escolar, exento de responsabilidades, reconocer la incertidumbre laboral, las pocas cartas en la mano. Esa también es la escena. Y en este sentido, los hechos se enlazan a una excentricidad innecesaria, que advierte la capacidad de no situarse, de pensar que todo es hasta ahora y finalmente divertirse aparece como un constante pegarsela en la pera.
¿Qué esperamos? Si aún entre tanta escena desoladora, ansiamos la llegada de los rugbiers a la cárcel: “Ya los van a agarrar cuando estén presos, y ahí van a ver”, “Ahí se va a hacer justicia» . Medios viralizando videos desde el penal, regocijando la posibilidad de ver más. La cárcel es el lugar en donde todos los sentidos de la reinserción desaparecen, imagínense los de la justicia.
Entonces, ¿Cuál es el horizonte posible, donde pibas y pibes se proyectan, en una sociedad que ha naturalizado la violencia? Es necesario hablar de esta condición, para desarticular los mecanismos que nos llevaron hasta acá.
Acá nomas.
Mientras trabajaba en este texto, la semana anterior, hubo una tremenda pelea a la salida de un boliche en San José, Entre Ríos, este fin de semana se viralizaron algunos videos en la costanera de Paraná, sobre una “batalla campal”. Título excelente para conseguir interacciones. También, lamentable, la sociedad entrerriana recibió el año con el caso de Alexis Reverdito, en la ciudad de Gualeguaychú, otro pibe de 20 años, que después de recibir una brutal golpiza, falleció el lunes 2 de enero.
No podemos hacer cómo si nada pasará, existe una identidad violenta que trasciende en las diferentes instancias sociales, que los pibes consumen y replican. Hay que evitar el silencio y la complicidad. Parar la mano, construir un puente a favor del diálogo. Proyectarse sobre lo que podría ser si nos implicamos para enfrentar esta problemática.
Por: Alan Gomez Tutau