Por lo bajo y de a pie. Y, quien te dice, ¿por qué no?
Si la pasión mueve multitudes y transmite hasta el otro lado del mundo, la ilusión es la esperanza más fuerte de esta escena. Hay que creer, no queda otra. Por eso siempre siento cerca las palabras del Dibu cuando en pleno desahogo y después de haber ganado la semifinal del mundo dice que lo hace “por 45 millones».
El país nunca pasa un buen momento en lo económico y darle alegría a la gente es lo más satisfactorio que tengo”. Qué increíble los argentinos en el mundo peleando por la Argentina.
Espero que el “Oro Blanco” venga a terminar con tanta desigualdad en el país. Es una oportunidad para invertir la relación de fuerza y condicionar el modelo de explotación capitalista al que estamos acostumbrados. Quizás podemos optar por incorporar este mecanismo obsecuente y distribuir previsibilidad entre los más necesitados. Que este regalo de nuestra tierra empiece por abajo. Porque nosotros tenemos que aprender a hacerlo, aunque sea evidente que en nuestra mayoría viva la condición genuina de compartir.

La cosa es así: como algunos pueden tapar el sol con la mano, hay otros que sueñan como ejercicio vital. Es la parte humilde de la Argentina que no entiende de frenar. Y en esa desgracia, la chance de creer que es posible. Todos los días hay que salir a remar, sin obsecuencia. Acá no hay estrategia de negociación. Sí las ganas de vender, del mango, de la changa.
Doblegar una utopía es ejercer una presión siniestra y hedonista. A nadie le gusta estar completamente solo, pero es evidente que bajo condicionamientos se puede obtener un objetivo improcedente, individual y solitario. Como hicieron con nosotros, subordinados al préstamo del FMI.

Y para que te voy a contar de obsecuencias, si en esta economía no existe una pandemia posible bajo los requisitos de las cualidades necesarias para sobrevivir. Tampoco hay un calor agobiante que suscite la posibilidad de no hacer. No hay OMS, ni instituciones a 24°.
Aunque salir sea un peligro, el suelo vibre de calor y derrita la piel, la calle tiene su cartonero y el barrio su merienda.
Acá es así, esas son las cartas de la mano. Otros encierran un lago hermoso, y levantan un pulgar para encadenar la naturaleza.

Jueces, ministros, espías y miembros de medios de comunicación se juntan en secreto y nadie parece asombrarse. ¿Por qué en esa reunión de los poderes estatales, no están todos los argentinos?. Qué hacen ahí, de qué hablan, no debería la investidura expresar hacia fuera la total imparcialidad y a sí mismo construir la democracia que publican los grandes medios de comunicación. ¿O no es donde estamos? No es esa autonomía de poderes la que se adjudican como retórica política para defender la democracia. Es que a veces francamente no entiendo. Imagínense un grupo de pescadores juntos. Que gracias a una buena racha y al beneficio de alguna política pública puedan unirse para comprarse una lancha. Que se materialicen y además que alguno de ellos tenga una suscripción en netflix. Que por el exceso y la batería de información cometa la imprudencia de cambiar esos pocos pesos de ahorro por algún dólar. Que escándalo sería. Qué el pibe o la piba de barrio exprese la idea de gobernar en su cotidiano, que ninguna realidad le desgarre la ilusión. Qué lo que empezó por la gestión de un mural y el re-acondicionamiento de la plaza termine en la voluntad de poder. Qué escándalo sería. Qué provocación sería hacia los estandartes de un modelo político que entona la vulgaridad como solución de vida. Como si robarse un paisaje, y juntarse a definir nuestro futuro sería la actividad política por excelencia.

En fin, para cerrar pienso que ser simple es una de las cosas más complejas en la marea de los intereses contemporáneos. La ventaja de los de a pie es esa ausencia de complejidad. Como dijo en tw Alejandro Seselovsky (@ASeselovsky), refiriendose a su columna publicada el sábado en Diario Ar, “los negros mas negros, los pobres mas pobres, arrancan este lunes en los ranchos de siempre, pero ahora con partido propio”
Por: Alan Gomez Tutau.