Habitar el cuerpo: ¿Hasta dónde llega una persona por cumplir con los estándares de un cuerpo hegemónico?

Habitar el cuerpo: ¿Hasta dónde llega una persona por cumplir con los estándares de un cuerpo hegemónico?

Siendo el caso de la modelo Silvina Luna uno de los más conocidos sobre mala praxis en cirugía estética del “doctor” Aníbal Lotocki, situación que la llevó a padecer un cuadro de insuficiencia renal desde el 2011, me invita a reflexionar cuántas veces pensé en hacer o dejar ciertas cosas por los ideales de belleza.

La modelo damnificada dijo una vez en una entrevista: “El cuerpo hegemónico lo era todo para mí” y eso me hace recordar que los jóvenes de este país crecimos consumiendo ese tipo de estándares: en programas gordofóbicos como Cuestión de Peso, a través de  publicidades del estilo Reduce Fat Fast o con la promesa falsa de unas zapatillas que al usarlas nos harían bajar de peso. En todos esos medios nos bombardeaban con lo que socioculturalmente era lo aceptable en aquel momento.

Mala praxis, dolor y ¿qué onda la gente?

Silvina Luna no es la única víctima de las malas praxis de Lotocki, hay mucha gente que fue afectada por la irresponsabilidad de este médico. Ahora me pregunto: ¿Por qué está libre? Y lo que asombra aún más es ¿qué empuja a las personas a seguir atendiéndose con él cuando sus antecedentes son de público conocimiento?
Silvina contó en varios medios su dolor más de una vez, hace pocos días despertó pero continúa en terapia intensiva. Esta mujer ya era hermosa mucho antes de someterse a ese tipo de procedimiento quirúrgico, ¿es acaso el pecar de vanidad lo que la llevó a este problema tan grande? ¿O la desesperada necesidad capitalista de siempre querer más?
  Además, hubo otros personajes faranduleros que pasaron por mala praxis, uno de los que más recuerdo es el querido comandante Ricardo Fort. Aunque, en las últimas noticias que hubo sobre el caso, la justicia dio un revés en la causa y aún se desconocen las causas de su muerte, pero no se descarta esa hipótesis.

Sanar nuestro amor por el cuerpo

Con una infancia un tanto traumática por no “ser flaca”, familiares que opinaban libremente sobre mi cuerpo (y hasta de adulta a veces lo siguen haciendo), compañeros de escuela que se burlaron de mis vellos, intento de anorexia, llorar en probadores porque todo era hecho para barbies y hacer dietas que no sirven, hoy me siento bien conmigo misma y mi cuerpo.

Elijo depilarme por esos mismos mambos que me quedaron, pero no enloquezco sí veo algún pelo (soy una mujer adulta, lo raro sería que los vellos no estén, ¿cierto?); opto por ponerme cremas para sentir mejor mi propia piel; uso tintura en el pelo y me hago el alisado porque la naturaleza de mi cabeza no es ni lacia ni ruluda al 100%; además de mi visible gran amor por los tatuajes y las perforaciones. Mucho más allá de eso, hoy tengo algún que otro kilo de más, acné por problemas hormonales, estrías, celulitis y una marca en la rodilla derecha de una caída bastante fea, pero un cuerpo sin marcas es un cuerpo sin historia. 

 De cualquier manera, no soy quién para juzgar la manera en la que cada persona convive con el suyo y si prefiere o no someterse a algún tipo de tratamiento quirúrgico. Todo sea bienvenido mientras cada cual pueda amarse y amar de la misma manera el cuerpo que habita.

Por Antonia Rodriguez