La utopía
El tiempo de ocio
El discurso político se ha vuelto loco. Pretende proyectar sobre la realidad una novela que solo ve la investidura, un conflicto castillo adentro, que dialoga entre sí, que desgasta la institución y está dispuesto a asfixiarte.
Un grupo de jugadores nos sembró esperanza, nos trajo unidad. Los dueños del poder y la verdad nos las quieren arrebatar. En el relato nadie se salva solo, y en la práctica una película dramática sin final.
La competencia no es solo material, sino que también es simbólica. “La gente es así” “El narcotráfico nos ganó”. La palabra no tiene ningún peso, y en ese vicio, el dólar de decirte que hacer.
El Estado imprime una estructura irresponsable y en el mismo ejercicio la ausencia y la responsabilidad individual de hacerse cargo.
Para la contención, una crítica, como retórica de lo profesional. El neoliberalismo es la reproducción de pensar la justicia social sin creatividad.
El tiempo es un privilegio del que más tiene y en su idea, el afán de sostener esa distancia como un abismo, donde soñar suene aburrido.
Ahí vamos, directo a la utopía.