Aunque me fuercen, nunca yo voy a decir, que todo tiempo por pasado fue mejor, mañana es mejor
Zul Bouchet junto a Alán Gomez Tutau nos traen una reflexión sobre lo sucedido la noche del jueves. La conmoción, el recuerdo, la gente en la calle, la voz de la juventud, lo que nos queda y nuestra responsabilidad.
El amor une, pero el odio también. Asistimos al resultado el jueves por la noche: un arma apuntando a centímetros a la vicepresidenta. Un ataque a una representante elegida democráticamente. A la par de un gracias y un te amo: el ruido de un gatillo, una pistola calibre 38, cinco municiones.
Resultado de horas de aire, de radio, de tv, de redes, de violencia política pero también simbólica, verbal, mediática y de género. Son años de articulaciones políticas que difunden indirecta y directamente, discursos de odio. Una insinuación constante a actuar desde la violencia, en todas sus áreas. ¿O qué pensaron? ¿Qué la horca, que la representación de cadáveres, que los pedidos por la muerte de los opositores, que la bronca desparramada las veinticuatro horas del día no generarían efectos?
Esto lo construyeron todos aquellos que aplaudieron los insultos, las ridiculizaciones, el rencor, la discriminación, las burlas y las calumnias. Esto los construyó la rabia y el sostenimiento de un discurso ridículo de: ellos o nosotros. Acá no es, ellos o nosotros, acá estamos en peligro todos. El país que en otras ocasiones dicen defender, la patria que a veces les importa mantener.
¿Qué nos queda?
Queda apoyar-nos en el diálogo. No hay otra vuelta. Si es verdad que existe un “ellos» y un «nosotros”, también existen elles, aquel, el de más allá, nosotres, otres… Qué importa cómo te percibas.
El problema no solo es con la individualidad, sino con la posibilidad de encontrarse desde lo colectivo en un lugar seguro, para poder al menos “decir».
La democracia son esas ganas de salir a tomar aire por la costanera a cualquier hora. Es ese jueves a la noche con tus amigos que se te hizo tarde, pero te quedas un rato más. Es disentir con libertad, expresado en la posibilidad de elegir lo que te represente. Es votar a quien se te dé la gana.
El punto es encontrarnos con los medios para lograr ese diálogo, que es ante todo una verdad, y al parecer aquello mínimo está en riesgo.
Es cierto, la política se ha vuelto una fuente de incredulidad. Van años y las problemáticas se agudizan. Da esa sensación ¿no?. Pero no es tan así. Por eso el odio también es mentir.
Se puede profundizar, porque la historia es compleja, tiene sus vueltas, sus matices y al mismo tiempo, es implicancia, es pertenecer. Dramático es alejarse porque “son todos iguales”, dramático es caer siempre en una argumentación de zócalo. Dramático es andar con un arma “por las dudas”.
A la máquina fascista le dijimos Nunca Más, cuando en 1983 celebramos la democracia. Acá no se trata de simpatizar o no. No se trata de si el político al que le tocó es de los que nos gusta o de los que no. Se trata de nuestros derechos, y de los derechos de los que tenemos al lado. La historia del país no puede ignorarse. Defendemos la democracia porque ya quisieron darnos un futuro de balazos y nos negamos. Cómo nos tenemos que negar ahora. Es inadmisible el retroceso. Es inadmisible que las bases sobre las que fundamos nuestra sociedad actualmente, sean pisoteadas de está forma.
Nosotros, nosotres, les “otres”, las miles de personas que se movilizaron a lo largo y ancho del país, y los que sintieron de una forma aberrante lo sucedido, pueden sembrar una responsabilidad distinta. A la manera de construir una alternancia, una respuesta frente a lo típico, una acción de ejemplaridad, una conquista de la certidumbre.
Dijimos Nunca Más. Y el pueblo está dispuesto a volver a recordarlo cada vez que alguien quiera construir el futuro con pasado: Nunca Más.
Porque el odio tuvo la capacidad de generar estos hechos que nos abruman el corazón, y la caricia, el abrazo, las disculpas pueden ser esa herramienta para desarticular tanta hostilidad. Saber también que bajar el volumen sería transmitir algo más que la suspicacia y la estrategia. Y es aquí, en este horizonte, donde los medios de comunicación tienen un rol preponderante. Esta responsabilidad debe ser asumida, porque influir es la capacidad de ir tejiendo la oportunidad de transformar la realidad. Y allí nace la política, donde la democracia es la convivencia y es nuestra tarea defenderla con amor.
Redacción: IG @zulbouchet y @alangomez.tutau
hace falta más personas como ellos para transformar esta sociedad