Y dale alegría, alegría, a mi corazón.
La sangre de las mujeres se reveló.
Ya vas a ver, las pibas que vos mataste van a volver.
Como todos los años, la lucha nos reúne. El 2023 nos arrastró hasta Bariloche, donde el clima tuvo fiesta pero también tensiones. Parece que todavía no entendieron, que a pesar de todos los palos que quieran ponernos los vamos a derribar. A pesar de todo les haremos el encuentro, es un poco más que un cantito. Es una advertencia. Aunque nos duela el lomo de tantos golpes, no tendrán la comodidad de nuestro silencio nunca más. Los pasos atrás los damos solamente para tomar impulso.
La hora de regresar siempre suele dejarnos dos sabores: El amargo de la sangre derramada, de todas las compañeras arrebatadas injustamente, por las vidas y los sueños que se llevaron, por todos los dolores que atravesamos, y que en general, compartimos. Y el sabor de la esperanza, de saber que ninguna cambia de opinión: si nos tocan a una, nos tocan a todas. Se sigue luchando, por las que nos quitaron, por las que estamos y por las que vendrán. Se explotan los pechos de orgullo y de emoción de saber que no estamos solas, que nos tenemos para defendernos, para resistir codo a codo contra quien toque.
Fueron miles las mujeres que compartieron sus experiencias, que contaron las de aquellas que no pudieron participar del evento y que nombraron a quienes ya no están. Entre todas, resonó una. Las entrerrianas fueron la voz de Julieta Riera. La Multisectorial de Mujeres visibilizò y nacionalizò el reclamo de Justicia, a la par de la exigencia general de declarar la emergencia nacional en violencia contra la mujer, y la defensa de los derechos, como la salud y la educación pública, frente a los discursos fascistas y las políticas de derecha del tiempo que corre.
A Julieta Riera la violencia machista le quitó la vida. En Paraná, frente a la Catedral que tantas veces se espanto de los reclamos, Jorge Julián Christe decidió que una mujer no debía vivir más. Con el respaldo de un sistema que oprime y que cree que tiene autoridad sobre cuerpos que no le corresponden.
El 30 de abril de 2020, que seguramente parecía un día normal para la mayoría de los paranaenses, a metros de la plaza principal, a metros de la calle más transitada de la ciudad, Julieta de 24 años cayó del balcón de un octavo piso, apenas pasadas las dos de la mañana. El pueblo se conmocionó y, automáticamente, las mujeres se autoconvocaron para pelear por ella. Para que la Justicia actúe, como se supone que debe actuar.
En abril de 2021, un año después, Christe fue condenado a prisión perpetua por homicidio triplemente agravado por el vínculo, por alevosía y por violencia de género. Parecía que Julieta iba a poder descansar en paz. Injustamente, porque le quedaban muchos domingos para compartir con su familia, muchos amigos para abrazar y divertirse, muchos compañeros de la facultad para estudiar y poder convertirse en la abogada que quería ser, muchas luchas para participar. Le quedaban sueños, metas, ganas,e ilusiones. A Julieta le quedaba vivir.
Recientemente, la Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos decidió un nuevo juicio. Resolvió admitir el recurso de impugnación extraordinaria que presentó la defensa del femicida Christe. Demostrando complicidad de clase y de poder, siendo una Justicia con falta de independencia, con falta de honestidad y de compromiso.
A Julieta no le alcanzó su fuerza para defenderse. Y ahora parece, que a la Justicia tampoco le alcanza la valentía para gestionar como corresponde. Por suerte, tiene miles de hermanas que van a pelear hasta que pueda descansar en paz, sabiendo que su asesino (no se puede utilizar otros calificativos) pagará las consecuencias.
La Justicia no debe estar en manos de quienes sentencian para el poder.
Las entrerrianas llevaron su imagen, folletos y carteles, con su cara y su historia. La nombraron en talleres, la dieron a conocer en cada espacio posible, incluso en el acto de cierre. Para que traspasará nuestras fronteras, convirtieron a Julieta en un grito nacional. En el marco de un Encuentro que reafirma la necesidad de cuidar nuestra democracia y nuestros derechos, con carácter federal y autónomo, pujante de la horizontalidad y la diversidad cultural. En cada rincón se repudió la decisión de un nuevo juicio y se gritó con fuerza: Justicia por Julieta.
Las pibas no cambian de idea,
pelean, pelean,
contra la opresión
Está claro que aún tenemos mucho que aprender y muchas batallas para dar, está claro que nuestra lucha no termina en los triunfos que hemos tenido. La empatía todavía cuesta, porque durante décadas nos obligaron a atacarnos entre nosotras, a señalarnos con el dedo y a competir. Está claro que podemos ser mejores, que todas las fisuras se pueden sanar. La sororidad se va aprendiendo, porque somos sujetos de errores. Lo importante es que siempre lo queremos remendar. Y es mucho más importante aún, no perder el tiempo explicando que los daños que cometen unas pocas no representan las ganas de cambiar la realidad que sostienen muchas otras. Hay que aprender a diferenciar los hechos para que no nos arruinen ningún momento.
Las mujeres están haciendo historia y la salida es colectiva, quedó más que claro. No es tiempo para pensar en individualidades, ni para mirarse el ombligo, es tiempo de ponerse la camiseta para proteger a quienes tenemos al lado. Es la construcción con otros la que nos va a salvar y nos va a permitir seguir aguantando todas las que vengan.
Fuerza, compañeras. Sigamos resistiendo, y cuando sientan que no dan más, recuerden la perseverancia y la endereza de nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Porque acá no se rinde nadie. Los 30.000 compañeros y compañeras detenidos desaparecidos están presentes, como Julieta Riera.
Ni unx menos, ni una más.
Nota escrita por Zul Bouchet